jueves, 2 de abril de 2009
España gana gracias a un gol de Albert Riera en el tiempo de descuento. 1-2
Estos siempre te devuelven algo. El precio de la entrada cuando lo bordan, que es casi siempre. Ayer devolvieron la paciencia, pues tocó eso: esperar y esperar. Porque finos no estuvieron. Ninguno. Y es raro. Puede pasar que tres estén con la torrija. Incluso cuatro. O seis u ocho. Pero todos... ¡Que el gol del empate llegó en su primer tiro a puerta en la segunda parte y fue de penalti! Pero son tantos y tan buenos que a uno, al menos a uno, se le enciende la bombilla y te levanta del sillón. Esta vez fue el turno de Dani Güiza por el que veníamos clamando (o por Llorente) hacía rato. No era el partido de Torres y el cambio estaba cantado. Del Bosque espero, nos pareció que en exceso. Le puso sólo en el 85. Repasen la historia del fútbol a ver si encuentran un jugador que hiciera tantas cosas bien hechas en diez minutos. Los cinco del tiempo reglamentado y los casi cinco que alargó el árbitro. No habrá muchos.
En ese tiempo tan corto, Dani le dio el 1-2 a Riera, que fue de lo mejorcito. Tiró un desmarque ganador de los suyos que el horroroso linier inglés anuló por inexistente fuera de juego y, nada más salir, no cazó un balón largo de Xabi de milagro. Jugó eso, diez minutos, pero fue su partido. El de su reivindicación y en el país donde juega. Güiza también devolvió algo: a Del Bosque la confianza que tuvo en él pues no atraviesa lo que se dice el mejor momento de su vida. La profesional y la otra.
El equipo gritó ese segundo tanto con la fuerza de un huracán. Por Dani y porque valía su peso en oro: deja a los turcos a diez puntos (18 a 8) y mantiene los seis de distancia con Bosnia, que no falló y se comió a Bélgica: 18-12. Con cuatro partidos por disputar, las cuentas están claras: ganando en casa a belgas y estonios y empatando en Armenia, España sumará 25 puntos y se habrá clasificado para el Mundial sin depender de resultados ajenos. No ganar ayer obligaba a un sobreesfuerzo que el equipo supo ahorrarse tras 90 minutos en los que fue una sombra de sí mismo: con el empate íbamos que ardíamos. Son buenos y además tienen flor. Ayer se confirmó.
¿Por qué tan grises?
Pues no sabría decirles. Porque un nivelazo de juego es difícil de mantener todo el año. Porque Del Bosque se empecina en los dos pivotes y el equipo juega mejor con uno solo, cuatro pequeños y un punta. Porque está entrando abril y parecía que estábamos en junio por lo pesadas que tenían piernas y cabeza los nuestros. Porque Turquía, pese a perder los dos partidos, supo siempre lo que debía hacer para maniatar a esa España tan rara... Un poco de todo eso, imagino.
Lo cierto es que tras un inicio flojete pareció que el equipo cogía el hilo, pero en una jugada aislada Tuncay llegó a un balón interior antes que Casillas y Senturk, solo, abrió el marcador. Mala noticia porque España medio controlaba la situación, pero no mandaba ni llegaba arriba, claro. Le costaba controlar la pelota, propio de un césped alto e irregular, y jugaba a un trote cochinero que no alarmaba al seleccionador, pues tardó en cambiar y se dejó mecer, como todo el equipo, en un peloteo que no le convenía.
Nada cambió después. Si acaso que al rival se le fue acabando la fuerza y en un córner que botó Xavi, Uzulmez desvió con la mano el remate de Torres. Xabi empató y anotó el primer gol español en suelo turco. Turquía tuvo dos llegadas peligrosas, pero para entonces habían aparecido Güiza y su show. Ellos no aprovecharon su momento para el 2-1 y Dani sí sacó petróleo de un balonazo largo: lo bajó, se fue de su marcador y se lo puso a Riera. El grito de ¡gooool! lo oiría hasta Mandela, allá en Suráfrica. Era el gol-puntilla. El del Mundial.
Fuente: As
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