Después de una tenebrosa primera parte del Real Madrid, Raúl marcó a los dos minutos de la reanudación el gol de la leyenda, el 307, el que le iguala con Di Stéfano como máximo goleador en la historia del club. Fue un remate a bocajarro, con la derecha, tras el rechace del portero a un tiro de Higuaín, y hasta se podría decir que aquel balón perdido preguntó por Raúl como el turista despistado que pregunta por la Cibeles. Fue un gol de instinto y de colocación, de imán en los pies. Cualquier gran ariete ha marcado docenas así, empujando la pelota, intuyéndola, de manera que el tanto 307, si no hermoso, definió el oficio de delantero.
Raúl lo celebró sin teatralidad, lo que se agradece, señalándose el nombre y el dorsal, que es su forma de reivindicarse ante los que dudan. Por cierto, cada vez será más difícil hacerlo en público. Quienes cuestionen al capitán tendrán que manifestarse, después del 307, en reuniones clandestinas, como los cristianos en las catacumbas. Hay cifras que no admiten contestación y hay hechos incontestables. Raúl no es sólo su espléndido currículo, su magnífico pasado. El Madrid, que venía de ganar al Depor con un gol de oreja de Raúl, ayer construyó la victoria con otro remate suyo. Volver siempre es no irse nunca.
Se puede admitir, por agitar la subversión, que Raúl ha perdido influencia en el juego del Madrid. Y es verdad que sus movimientos carecen de la agilidad de la rabiosa juventud. Pero en este equipo, ahora mismo, no hay delantero que prometa siquiera lo que ofrece Raúl. Creer lo contrario, confiar en Huntelaar por lo visto hasta el momento, sigue siendo ejercicio de buena voluntad.
Si el gol de Raúl aturdió al Numancia, el tanto de Robben lo tumbó en la lona. Sólo habían pasado ocho minutos cuando el holandés repitió su jugada favorita: entró en el área partiendo desde la derecha y amagó hasta encontrar una luz; cuando la descubrió, chutó junto al palo. Ni Ortega, primero, ni Juan Pablo, después, pudieron evitar el gol, aunque el redoble que lo anunciaba se alargó varios segundos.
Calabazas. Kresic lo había preparado todo al detalle, pero no tenía plan para un golpe así. Ni los jugadores lo hubieran recordado. Después de una primera mitad en la que habían sido superiores, incluido un cabezazo de Del Pino al poste, en diez minutos su resistencia se había ido al traste. Ya se sabe: las calabazas aturden en proporción directa al tiempo invertido en la seducción.
En honor del Numancia hay que destacar que no se rindió ni siquiera cuando perdió la fe. Goiria hubiera marcado de no existir Casillas, su ángel, y la actividad de Quero propició un par de ocasiones que nadie supo aprovechar. En esos balones extraviados se deslizó una mínima oportunidad.
A esas alturas el Madrid ya se sentía ganador y con la conciencia tranquila. Los goles, como suele ocurrir, relativizan lo demás. Y esta vez lo demás resultó, durante bastante tiempo, deprimente. Conviene señalarlo porque Juande ha superado los plazos de la rehabilitación y el equipo está en tiempo de definir su personalidad. Pero no hay avances. Robben y quien se apunte. Mayor solidez defensiva, pobreza en la creación. Y cada rival tratado como un enemigo temible. Los resultados son inmejorables, pero la propaganda es nefasta.
Anoche se incidió en los problemas conocidos. Lass y Gago son espléndidos en la contención, pero necesitan auxilio en la salida. Y Sneijder no colabora. La consecuencia es una grave desconexión entre defensa y ataque que hace imprescindible que el señor Faubert, además de fino extremo, sea electricista.
El Madrid saca puntos, pero todavía no puede sacar pecho y cometerá un error si cae en la tentación. El Numancia le ganó una parte y Raúl acudió al rescate en la otra, como tantas veces, como tantos goles, 307, en concreto.
Fuente: As
1:Casillas 7
4:Sergio Ramos 6
5:Cannavaro 6
3:Pepe 6
16:Heinze 6
11:Robben 8
8:Gago 5
6:Lass 5
10:Sneijder 6
7:Raúl 6
20:Higuaín 5
23:Van der Vaart 4
19:Huntelaar (no le dio tiempo a nada)
24:Javi García (no le dio tiempo a nada)
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